Desencadena la luz de las tinieblas, corta el viento.
Ignoramos, todo el tiempo, toda la vida, la posibilidad de encontrar la caricia y el abrazo en algún detalle que no provenga de una mano amiga.
Fingimos siempre estar bien, aunque el odio nos consuma, nos hunda en el fango, nos queme por dentro, nos han enseñado así: "estar, persistir, resistir".
Sin embargo, es inútil fingir, creedme, tu mirada marca el desengaño y augura un continuo mal presagio. Las mañanas no son claras a los ojos de la indiferencia y se hace de noche muy pronto en tu cielo. Los días te miran con desdén desde tu ventana, y los demás ignoran saberlo.
Aguantando esto, y con un poco de suerte, llegará el momento, todo esfuerzo tiene su recompensa, y un día, sea por lo que sea, deberás buscar tu razón, tu ser, y verás que la vida no te mira tan por encima del hombro, que las heridas no necesitan tiritas tan grandes, y que una pequeña sonrisa puede hacerte soñar como nunca. A veces, es tan simple con que una persona especial se sienta así por el simple hecho de hablar contigo.
Has movido algo aparentemente inamovible, y lo que queda al final, es el sentirte agradecido. Y algo así es demasiado gratificante, como que el mar se abre a nuestro paso.
Que tiemble el cielo, ya has llegado.