En una noche como ésta tu mente recorre suavemente toda tu existencia, por cada esquina y cada rincón del portal de los sentimientos, en una noche tan solitaria, oscura y vacía como ésta.
Y comienzas a recordar, pero no sabes bien por dónde empezar, el principio es un factor tan relativo…
Y por fin, algo emana del recuerdo, algo semejante a ese principio, al principio de sentir, de enredarse entre las sábanas, del beso de tu mano en mi cuerpo, recuerdas el sabor dulce del primer abrazo de tus labios, las sonrisas escondidas detrás del miedo, que poco a poco, se convirtieron en las más sinceras cómplices del yugo, detrás de la verdad, el cobijo del perdón; aquel sol caliente en primavera, aquellas tardes sin nada que hacer, porque todo valía la pena.
Pero, si has empezado por el principio, no queda duda, no tendrás más remedio que recordar también un final, el final, el sabor amargo que te dejó el último de los besos y la más tierna de las caricias, aquel adiós tosco y sobrio, lágrimas que condujeron a más lágrimas, aquellas ramas húmedas en invierno, tan húmedas como las noches en vela, o como tus gafas al verme llorar, como esos cristales llenos de gotas que se estampan con la realidad; el escalofrío caótico en el estómago, que fugaz, voló tan rápido como vino, y el frío de una despedida en pleno verano. Y piensas: nadie se merece un final así, por eso terminarás disfrazándolo con el seco sabor del tabaco en un cigarro y la seria mirada de indiferencia dirigida al mundo.
De una noche como ésta, solo puedes esperar que se sienta sola, mirando el reloj, cuentagotas infinito, que espera tu ansiada llamada a altas horas de la madrugada, tú, que borracho, has reparado en el pasado, y en el dolor del error. Hablaréis, dudaréis del mismo cielo, pero la madrugada será perpetua, para los dos, la misma madrugada turbia y mojada por el alcohol.
Cada uno, después de todo, intentará tomar las riendas de su propio caballo, intentando olvidar, deshojar el tiempo, abrir sus alas, aún dolidas. Lo que vosotros no sabéis es que vuestros caballos han acabado profundamente heridos, cansados, unidos y encadenados, ¿qué puedes pedirle a dos almas que siempre han galopado juntas?; por supuesto, no le obligues a cabalgar hacia otra dirección, no le pidas caminar sin haberse curado, el golpe sería fatal, espera el soplo de aire fresco...
- -Tarde, nunca se es demasiado prudente.